En octubre de 2018, el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) de Argentina autorizó el envasado de vino en barriles de acero inoxidable. Hasta ese momento, este método de conservación sólo se utilizaba para la cerveza, lo que permitía vender la bebida por vaso o copa, sin necesidad de comercializar la botella. “Apenas me enteré, empezó el germen de lo que hoy es Amores Tintos”, cuenta Carlos Fuchs.
En una esquina de Palermo, Buenos Aires, Carlos y su familia dan vida a este wine bar que logró diferenciarse por su propuesta y atención, convirtiéndose en verdaderos anfitriones de sus clientes.
De proveedores a gastronómicos
Carlos trabajó más de diez años en la firma Coca Cola, luego de ingresar en 1981 y formarse en el área de comercialización y marketing. Durante ese tiempo, se cruzó con gente muy importante dentro del rubro gastronómico y pudo detectar las razones por las que un comercio no lograba prosperar: “Me encantaba conversar y ‘robar oficio’. Creo que aprendí todo lo que no hay que hacer”. Sin embargo, también observó lo satisfactorio que podía llegar a ser esa labor, aunque diera muchísimo trabajo: “Pude ver el disfrute y el placer que sentían los dueños de los locales gastronómicos, y tuve el afán de, en algún momento, realizarme en esa línea”.
Cuando estaba por cumplir 60 años, Carlos decidió abrir Amores Tintos, un sueño que no hubiera sido posible sin el apoyo de su familia: “Mis hijos elaboraban cerveza artesanal y yo, oportunamente, los ayudaba con la comercialización. Quedé fascinado con los bares a los que proveían; me encantaba la posibilidad de probar la cerveza antes de elegir cuál tomar. Pensé inmediatamente que sería muy lindo si se pudiera hacer eso mismo con el vino”. Cuando se autorizó el envasado en el país, Carlos lo comentó con su familia y apoyaron el proyecto de inmediato. “Si no hubiese sido un emprendimiento familiar, no lo hubiera hecho”, admite.
Una sociedad fanatizada por el vino
Detrás de esta bebida hay un proceso de elaboración que provoca interés por quien se considera amante de su consumo. Carlos tiene en claro que el vino no sólo genera ganas de tomarlo; los comensales quieren saber qué hay detrás de cada variedad.
Algo similar ocurrió con él. A partir de una misión comercial que llevó a cabo para la empresa en la que actualmente trabaja, viajó a Venezuela junto al presidente del Centro de Enólogos de Buenos Aires, Juan Carlos Gómez Lardies, quien lo invitó a hacer un curso de cata: “Ahí aprendí a tomar vino, a disfrutarlo desde otro lugar, observando sus colores, sus aromas. El consumo responsable de vino tiene muchísima riqueza”, afirma.
Con la venta de vino tirado, el conocimiento detrás del vino se pluraliza: “La gente puede probar el vino antes de decidir su compra. Si una persona va a una vinoteca y se encuentra con una cepa desconocida que nunca probó, lo más probable es que vaya a lo conocido y compre un Malbec, porque no se anima a intentar con una Bonarda o un Sangiovese. Pero cuando tienen la posibilidad de probar, conocer, y aprender, se crea una cultura alrededor del vino y el consumo responsable”.
Entre algunas de las variedades que Amores Tintos tiene para ofrecer, se encuentran Bonarda, Petit verdot, Cabernet franc, Cereza, Sangiovese, Naranjo de moscatel, y Pét-Nat, un tipo de champagne con muy baja intervención y métodos ancestrales de producción. “Por otro lado, estamos trabajando con bodegas boutique que no tienen llegada al circuito porteño y, gracias a este formato —que además es sustentable porque no utiliza vidrio, corcho, etiqueta y una cantidad de elementos que sí se usan para el embotellado—, les facilita el envasado y la llegada a Buenos Aires”, explica.
El ABC para un negocio gastronómico exitoso
Más allá del innovador concepto detrás de su local, Carlos sabe, tras años de ver la gastronomía desde varias perspectivas, que existe una palabra clave para prosperar en el rubro: calidad. “Esto fue, es y será condición para triunfar”, sentencia.
“Dentro de la gastronomía hay que manejar el criterio de calidad con mucha responsabilidad”, entendiendo que, a veces, ahorrar en materias primas no es realmente ahorrar. Por otro lado, agrega que la ambientación de los lugares también es y va a seguir siendo importante. La calidad del servicio debe estar acompañada de un contexto agradable.
“El único cambio que noto entre el antes y el ahora es el uso de los espacios al aire libre. Antiguamente se podía fumar dentro de los locales y, a partir de la prohibición, empezaron a cobrar más importancia las veredas y los espacios al aire libre, pero no tanto como ahora, después de la pandemia”, reflexiona.
¿Cómo resume, entonces, el éxito de un local? Su fórmula es simple, aunque no es fácil de abarcar: “calidad en la atención, calidad en la materia prima y una buena ambientación, son los tres puntos que nunca hay que descuidar”.
Amores Tintos conserva un público muy fiel que destaca la calidez tras la atención personalizada: “Les encanta ser atendidos por los dueños y que los asesoremos en relación a los vinos. La gente tiene mucho deseo de aprender y pregunta mucho en base a eso. Por suerte, nosotros contamos con las respuestas adecuadas. Y, afortunadamente, hoy tenemos un bar de culto para los amantes del vino”.