La historia de Sodita en Rosario comenzó de la manera más inesperada posible. Todo empezó en un viaje a Buenos Aires con amigos, donde visitaron lugares que dejaron una idea dando vueltas en la cabeza de su fundador.
Pero el momento decisivo llegó una noche de viernes, durante una simple caminata con el perro. "A la vuelta de mi casa veo que cierra un bar. Y entré a preguntar, de caradura nomás, era un viernes por la noche y vi que estaban cerrando", recuerda.
Lo que parecía solo curiosidad se transformó en oportunidad: "Resultó ser que era una oportunidad accesible. Era algo muy loco, pero por ahí podíamos llegar".
La aventura no iba a ser en solitario. "Yo era amigo de Noe toda la vida, ella estaba en Costa Rica. Ella había tenido sus emprendimientos propios y a mí también me gustaba lo que es emprender", explica.
Una llamada, una conversación, y la decisión estaba tomada: "Le escribí, le dimos una vuelta de rosca y le dimos para adelante". Así nació una sociedad que desafió la distancia y se construyó sobre la confianza de años de amistad.
Como tantos emprendedores gastronómicos, los primeros meses fueron de supervivencia pura. "Al principio hacíamos todo. No estaba de mesera, estaba en caja. Yo estuve en bacha unos días, estuve de runner", recuerda con una sonrisa.
La razón era simple: "Ninguno de los dos sabía si el negocio iba a funcionar. Y la verdad es que no teníamos ni un mango. Así que teníamos que hacer las cosas nosotros".
Pero con el tiempo entendieron que para crecer necesitaban ayuda: "Para progresar y llevar a Sodita donde queríamos, teníamos que sumar más gente al equipo".
La vida de los emprendedores está llena de imprevistos. Cuando tuvieron que mudarse de local y enfrentaron la posibilidad de estar cerrados por meses, tomaron una decisión arriesgada: fusionarse temporalmente con La Malinche.
"No queríamos perder a nuestro equipo de trabajo. Entonces empezamos a buscar la manera de poder sostenerlo", explica.
La experiencia les enseñó mucho: "Todos los lugares trabajan muy distinto. Que capaz algo que para nosotros era como súper normal, para ellos no lo era. Tuvimos que aprender a convivir".
Fusionar dos equipos y dos culturas de trabajo fue complejo, pero les dio una perspectiva valiosa: "Cada negocio es un mundo".
Uno de los mayores desafíos en sociedades gastronómicas surge cuando las fortalezas de cada socio son muy diferentes. "Yo soy como la parte más creativa del equipo y Tommy va más a lo gestivo. Y a mí me cuesta mucho esa parte", admite honestamente. Fue como muy útil el hecho de tener Fudo porque es muy intuitivo".
Gestión de costos simplificada: "Yo me pude empezar a encargar de algunas cosas o de aportar un poco más, como actualizar los costos cuando llegaban los pedidos con sus remitos. Era muy fácil poder mantener todo actualizado, cada producto con su peso, sus recetas y sus costos".
Reportes al alcance: "El hecho de los reportes, saber qué era lo que más habíamos vendido en un mes o en un día o en una semana. Poder tener eso siempre a la vista y de fácil acceso".
Equipo activo: "La parte de las mesas y más que nada para los chicos que trabajan acá, los meseros, que sea tan fácil que todos tengan acceso a su teléfono y que no tengan que estar compartiendo todos una computadora".
El nuevo local de Sodita representa la evolución natural de lo que comenzó como una idea espontánea. "Nos emociona poder disfrutar del lugar que está increíble. Quedó mucho mejor de lo que podríamos haber soñado", cuenta con orgullo.
Pero más que el espacio físico, es la oportunidad: "Nos emociona poder concretar muchas ideas que siempre tuvimos y queríamos realizar. Pero que el espacio físico que teníamos en el otro lugar no nos permitía. Ni tampoco nuestra experiencia, ni nuestro presupuesto".
Lo que hace especial a Sodita va más allá de la comida y las bebidas. Han logrado algo que muchos negocios persiguen pero pocos alcanzan: crear una verdadera comunidad.
"Sodita, en una frase yo diría sentirse en casa. Que no nos pasa solo a nosotros, sino que se construyó como un sentido de pertenencia en todo nuestro círculo", explica.
El resultado es mágico: "Llegan amigos y les preguntamos qué onda, con quién venís. Y es como no, solo pasaba a ver a quién me encontraba, porque sé que siempre me voy a encontrar a alguien. Eso es muy lindo y creo que se transmitió también a nuestros clientes que ya son amigos, como un sentido de comunidad".
Sodita demuestra que es posible combinar creatividad con gestión eficiente. La clave está en tener herramientas que se adapten a tu forma de trabajar, no al revés.
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