15/06/2018
Lectura: 3min
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Los antropólogos señalan que las funciones principales de la alimentación siempre fueron las mismas tres: la nutrición, el placer y la socialización.
Es decir: comemos para saciar el hambre, comemos porque nos gusta y comemos para generar un vínculo con los demás. Sin embargo, si lo reflexionamos un poco, nos damos cuenta que son muy pocos los restaurantes que hoy en día pueden arrogarse este triple check.
En una esquina del barrio de Chacarita, bajo el disfraz de una rotisería convencional, se esconde uno de los secretos más preciados de la gastronomía porteña. Allí, por suerte, la triada elemental se mantiene en perfecto equilibrio.
Donnet es un restaurante vegano/crudivegano cuyos sabores han logrado conquistar al paladar de sus comensales, derribando cualquier tipo de prejuicio facilista. Basta con consultar una de sus últimas reviews en Facebook: “Fuimos dos gordos come asado, patriarcales, mata focas bebé (sic), porque era lo único sin gluten a la vuelta. La comida riquísima, gastamos dos mangos y salimos reventando. La atención es buenísima y la chef se tomo la molestia de servirnos (…) Muy, muy rico. Espero volver pronto”.
La chef en cuestión es Manuela Donnet quien “con 5 dólares de la suerte en el bolsillo y nada más en este mundo” decidió transformar una pollería abandonada en el restaurante de sus sueños.
Gracias a un extenso recorrido a través de diferentes cocinas (no es casual que su primer trabajo haya sido dentro de un local de comidas rápidas), Manuela fue apuntalando el discurso que hoy expresa a través de sus platos. “Trato de ser muy cuidadosa con la alimentación porque siempre pienso que todo lo que voy a manipular con mis manos va a terminar haciendo un montón de cosas adentro de otra persona“, afirma.
En principio su intención era dedicarse exclusivamente a las sopas pero el calor veraniego la obligó a inclinarse por una segunda opción: los hongos. El resultado fue un éxito. Hoy en día, Donnet es el único restaurante de la ciudad que ofrece hongos como plato principal.
Si bien el menú de Donnet se encuentra en permanente rotación, todos los platos respetan un denominador común: no contienen carnes, lácteos, harinas, conservantes ni potenciadores de sabor. Allí preparan sus propios vinagres, licores, brotes y fermentos y siempre procuran trabajar con pequeños productores en lugar de grandes empresas.
Al momento de escribir esta nota, entre otras opciones, la carta contaba con una sopa crema de arvejas y vegetales verdes; fainá con tomate y pesto; girgolas alimonadas y, por supuesto, los predilectos “Hongos Donnet” (portobellos sarteneados en licor de olivas verdes sobre un fermento de castañas, crackers crudas y polvo vegetal).
Para beber, en lugar de gaseosas, ofrecen distintas variantes de té; agua de cedrón; kefir; kombucha o cerveza, vino y vermouth en sus versiones orgánicas. Por último, de postre, cuentan con un palito bombón helado a base de crema de castañas, cacao y almendras tostadas.La volatilidad del menú, sin embargo, invita a sorprenderse ante cada nueva visita. Los sábados, incluso, el restaurante opta por trabajar sin carta y cada comensal recibe un menú personalizado de acuerdo a lo que esté dispuesto a pagar ¿Qué pasa si alguien quiere pedir un plato discontinuo? La respuesta es terminante: “Pasado, pisado, baby“.
Detrás del mostrador Manuela agita las sartenes con las que cocina su propia revolución: “Cuando cocino procuro dejar lo mejor de mí. Y lo mejor de mí es tratar de alimentarte rico y sano. Esa es mi misión“, señala.
Con una cuota de rebeldía y extravagancia, las recetas de Donnet se encargan de desmitificar esa aparente contradicción entre lo rico y lo sano. Su audacia, precisamente, radica en dar un salto de cabeza dentro de esa grieta para luego ponerse a jugar con sabores y texturas que generan intriga antes de dar el primer bocado.
Fraga 499, Chacarita (CABA)
Martes a sábados de 19:00 a 00:00